Trató de ponerles nombre a aquellos rostros idénticos. Imposible. En el instante en que les quitara la ropa de colores distintos que tan diligentemente su madre les había puesto, sería incapaz de diferenciarlos. ¡Eso sería una catástrofe! Según Rocío, confundir sus nombres podría crearles serios problemas de identidad.
Agarró un rotulador con decisión y le escribió a Bruno una B en la pierna. Luego hizo lo mismo con las respectivas iniciales de los otros dos.
Bien. Ya tenía un problema menos. Así podría identificarlos.
—¿Quién necesita a vuestra abuela ahora? Organización. Esa es la clave.
Mariana se despertó repentinamente con la sensación de que algo no andaba bien.
Se había quedado dormida en el sofá del salón justo después de que los pequeños se acostaran. Estaba rendida.
Se incorporó y se quedó escuchando, en espera de oír a alguno de los pequeños.
Pero no fue eso lo que resonó en el silencio de la sala, sino unos pasos. Y no eran pies de niño enfundados en un pijama, sino alguien más pesado y con zapatos.
Se levantó del sofá con intención de llamar a la policía, pero sólo podía recordar el número del servicio toxicológico.
De camino hacia el teléfono se tropezó con un pequeño xilófono. Contuvo un gemido de dolor y se quedó unos segundos inmóvil, hasta que reparó en que aquello era justamente lo que necesitaba. Le serviría de arma. Agarró el juguete y volvió a encaminarse hacia el teléfono. Pero, en ese instante, los pasos se hicieron más cercanos.
Acurrucada entre las sombras, vio una negra silueta pasar. Sin pensárselo dos veces, saltó sobre el desconocido y lo golpeó con el xilófono.
Duke, el perro, miró desde su alfombra, junto a la chimenea y bostezó.
El intruso pareció tropezarse y cayó sonoramente al suelo.
Mariana aprovechó la confusión para encender la luz.
En ese instante reparó en que acababa de golpear al hombre más guapo que había visto en su vida. Tenía un rostro anguloso y bien definido, y unos brazos musculosos. La miraba completamente perplejo.
El respiró profundamente y trató de levantarse, pero ella lo amenazó con el juguete de nuevo.
—¡Quédese inmóvil o le echo a mi perro!
El gruñó, pero no pudo contener una sonrisa.
—¿Se refiere a Duke? Dudo que ni tan siquiera se levante—se tocó la cabeza—. ¿Con qué demonios me ha golpeado?
—Con un xilófono de juguete—dijo ella—. ¿Quién es usted y qué está haciendo en mi casa?
—Esta no es su casa. Conozco a los dueños. Mariana se removió inquieta.
—Pues usted tampoco lo es. Así que estaba en mi derecho de golpearlo por allanamiento.
—Su nombre...
—Soy Mariana Esposito, la hermana de Rocío Riera.
Él se tocó la cabeza.
—¡Vaya, la famosa Mariana , la genial matemática! Sabía que odiaba a los hombres, pero no me imaginaba que se dedicara a torturarlos.
Mariana jadeó levemente. ¿Cómo se atrevía a ser tan impertinente?
—¡No odio a los hombres! No puedo creerme que Nico le haya dicho eso. ¿Quién es usted para que se tome esas confianzas?
El extraño se sentó.
—¿No le advirtieron que vendría?—volvió a frotarse la cabeza—. Soy Peter Lanzani y le estoy haciendo una librería a los Riera. Ellos me dejan dormir en la cabaña del jardín y, mientras, les hago de carpintero.
—¿Cómo sé yo que no está mintiendo?
—¿Qué quiere, que le enseñe el martillo?
—Con el carné de conducir me bastará.
Peter Lanzani se sacó el carné del bolsillo del pantalón y ella lo miró con excesivo empeño, hasta que reparó en que su interés estaba más centrado en su trasero que en otra cosa. Alzó la mirada y se encontró con sus ojos de mirada irónica. Sabía exactamente lo que había llamado su atención.
Él le tendió el carné y ella lo agarró con mano indecisa.
Finalmente, comprobó que se trataba de Peter Lanzani , de Providence, Rhode Island. También era la única persona del mundo que estaba guapo en la foto de su carné de conducir.
—¿Satisfecha?—preguntó él.
Ella cerró su cartera y se la lanzó sobre el pecho.
—Espere en el porche mientras llamo a mi hermana y no intente hacer nada raro.
—No se preocupe—dijo él y tras levantarse, se estiró sinuosamente, dejando que su camisa marcara los músculos de su torso.
Continua.
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