Trató de ponerles nombre a aquellos rostros idénticos. Imposible. En el instante en que les quitara la ropa de colores distintos que tan diligentemente su madre les había puesto, sería incapaz de diferenciarlos. ¡Eso sería una catástrofe! Según Rocío, confundir sus nombres podría crearles serios problemas de identidad.
Agarró un rotulador con decisión y le escribió a Bruno una B en la pierna. Luego hizo lo mismo con las respectivas iniciales de los otros dos.
Bien. Ya tenía un problema menos. Así podría identificarlos.
—¿Quién necesita a vuestra abuela ahora? Organización. Esa es la clave.